Los celos se dan cuando imaginamos que alguien puede darle a nuestra pareja aquello que no obtiene de nosotros y, a consecuencia de ello, perderemos su amor.
Lo cierto es que siempre habrá alguien que pueda cubrir mejor que nosotros nuestros aspectos menos desarrollados, pero esto no quiere decir que se pierda el amor por ello. En todo caso, podemos observar que cuando nos “pican” los celos, seguramente se trata de algo en que “nos sentimos inferiores” y quizá sería bueno tomarlos como un incentivo para desarrollar aquellas partes de la relación que nos quedan por descubrir o que habíamos descuidado.
Cuando otro tiene algo que no tenemos –o así lo creemos– y se acerca a nuestra pareja, comienza cierta picazón. Cuando ésta es leve, puede ser un estímulo para estrechar la relación en alguno de sus aspectos: como compañeros de vida, en el área sexual o aumentando la intimidad en los encuentros del alma. Sin embargo, cuando la picazón resulta inaguantable, nos sentimos mal y la relación comienza a verse afectada.
Empezamos a vigilar a nuestra pareja porque creemos que lo esencial es lo que hace, sin darnos cuenta de que el alimento de los celos son nuestras carencias e inseguridades. “Si me quisiera, sólo tendría ojos para mí”, dice para sí el celoso. Y, por debajo, suelen ocultarse otros pensamientos: “Si mira a otra persona, es que yo no valgo”. Y muy, muy adentro: “Si yo fuera él, elegiría a otra”.
Valorarse como persona
Todos somos limitados. Siempre estamos expuestos a que el amor se extravíe. No es posible guardarlo en una caja fuerte; pero cuando nos sentimos especialmente inseguros, el miedo al abandono no nos deja en paz. Entonces, vemos el peligro en todos lados: cualquier mirada afuera puede convertirse en una amenaza. No nos damos cuenta de que en los celos no sólo se trata del otro sino de nuestra propia sensación de que somos “abandonables”. Ese sentimiento es el que nos hace ser posesivos y estar vigilantes de cada movimiento. Pero a nadie le gusta ser poseído como un objeto. Entonces, sin quererlo, estamos favoreciendo su huida.
A veces, sentimos la maravillosa experiencia de fundirnos con el otro, como en la relación sexual, pero no podemos pretender que ese estado sea permanente. Pasado este instante, cada uno vuelve a estar en su propia piel y es preciso sentirse bien y seguros en ella, mas allá de la pareja.
El amor, que es hijo de la libertad, nace con el riesgo de su pérdida. Pero también nos brinda la magnífica posibilidad de elección: necesitamos sentir que somos plenamente “elegibles” y que también nosotros decidimos elegir al otro cada día. Es justamente este riesgo y esta certeza lo que lo convierte en un juego hermoso y emocionante.
Consejos para prevenir los celos
Existen algunas estrategias psicológicas que nos permiten controlar y gestionar los celos, hasta el punto en que sepamos interpretarlos correctamente.
1. Halla el cómo y el cuándo
Observa en qué circunstancias tu pareja “te pone” celoso. A veces se trata de una persona; otras veces, de situaciones o actividades. Determina qué elementos se dan ahí que puedan atraer a tu pareja.
2. Analízate a ti mismo
Deja que la intensidad de los celos se calme y, en soledad, pregúntate: “¿Qué tiene esa persona que yo no tengo?”. Si se trata de una actividad: “¿Qué obtiene ahí que yo no puedo darle?” o “¿qué le da a esa actividad que no te da a ti?”. Por ejemplo: “Me siento celosa de la pasión que pone en el fútbol”.
3. Busca soluciones
Observa si las respuestas anteriores te estimulan nuevas formas de crecer o de volver a cuidar aspectos que habías descuidado y revitalizar así la relación. Por ejemplo: “Cuando observo su pasión por el fútbol, puedo preguntarme: ¿qué ha pasado con la pasión que alguna vez experimentamos?, ¿cuál será la mejor manera de volverla a encontrar?, ¿qué actividades en común podríamos desarrollar que nos gusten a ambos?”. No se trata de competir con su pasión por el fútbol. No es necesario llegar a meta alguna, sólo trabajar para disfrutar más juntos.
4. ¿Admites su mundo?
Pregúntate: “¿Puedo admitir que mi pareja encuentre situaciones de placer fuera de mí?”. Por ejemplo, la diversión que le proporciona esa cena mensual con sus amigos o unas vacaciones por su cuenta para practicar su deporte favorito.
5. Determina qué es ‘aceptable’
Los límites entre “lo aceptable” y “lo inaceptable” en lo que tu pareja hace serán siempre materia de eterna discusión. Naturalmente, no es lo mismo aceptar que converse amablemente con una compañera de trabajo que salga con ella por la noche. Es necesario ponerse una mano en el corazón para cuestionarse si se desea poner prohibiciones a conductas que no tienen nada de objetables. La pregunta sería: “¿Qué me está pasando?”, “¿qué pasa con mi seguridad?”
6. ¿Aceptas tus límites?
También hay que trabajar para aceptar que no puedes serlo todo para el otro, de la misma manera que el otro no puede serlo todo para ti. La relación se nutre de espacios propios y espacios compartidos. En cada pareja varía la proporción, pero lo común a todas es la necesidad de espacios propios.
7. Reenfoca las situaciones
Vuelve a contemplar las situaciones desde lejos y enfócalas hacia “lo que a mí me pasa”, y no tanto hacia lo que el otro hace. Seguramente, si eres absolutamente sincero, descubrirás que debajo de los celos está la duda: “¿Soy suficiente?”, “¿soy merecedor de amor?”. En el caso de que realmente no te sientas suficiente, busca un lugar tranquilo, toma lápiz y papel, y haz un listado sincero de todas las razones por las cuales lo crees.
8. Revisa tus creencias
Repasa las razones que te dicen que eres inferior y date cuenta de que son viejas ideas sobre ti mismo, que te han acompañado toda la vida y te impiden ser merecedor de amor. Son esas creencias las que fomentan los celos. Nadie necesita ser perfecto, cada uno es digno de amor como es.
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