Generalmente, las personas no podemos resolver conflictos y esto tiene que ver con quién creo
que soy yo, quién creo que eres tú, qué idea tienes y tenemos de un conflicto.
Desde niños nos dicen no te pelees, pero si nos estamos peleando por la razón correcta está bien,
porque si no, llegamos a adultos y si no nos sabemos pelear de manera correcta o nos vamos a
clausurar en un silencio eterno, o nos vamos a molestar, pero no vamos a resolver nada.
Todos andamos queriendo resolver lo que no comprendemos y se requiere primero comprender
porqué te enojas, porqué clausuras tu afecto a mí, porqué no me hablas, porqué no me invitas,
porqué no me tocas, cuál es tu dolor…
Cuando cambiamos la perspectiva de “eres un tal por cual”, a ¿cuál es tu dolor? damos un gran
paso, porque hemos dejado de pensar en nosotros para pensar en el otro. Y entonces, quizá,
concluir que lo que estamos viendo que nos afecta y nos duele, empezó primero en el otro.
Si yo me atrevo a decirte a ti que tengo un problema, ¿qué es lo mejor que puedes hacer?
Preguntarme cuál es mi problema y así tenemos la oportunidad de desmenuzar el problema y ver
qué podemos hacer para resolverlo. Pero primero tengo que atreverme a decirte que tú y yo
tenemos un problema.
¿Cuántas veces te has abierto a la posibilidad de escuchar al otro en su dolor?
La clave está ahí. La gente anda buscando que el otro cambie, que el otro se modifique y se vuelva
bueno; pero si existe esa posibilidad será cuándo él quiera, cuándo el lo decida.
Lo único que puedes cambiar, modificar y alterar en tu relación de pareja es a ti.
Y como la relación de pareja es un baile, cuando tú cambias de paso, tú cambias el ritmo, si el otro
todavía quiere bailar contigo cambia el paso. Puede ser que cambie el paso, puede ser que te lleve
a sentar, puede ser que baile con otra, que baile el paso anterior, o que se salga de la fiesta. Hay
muchas posibilidades, pero si tú no cambias el paso, el baile no se resuelve, el conflicto no sale a
la luz.
Lo que queremos es que el conflicto salga a la luz y ya después vemos para donde corremos,
pero queremos hacerlo evidente, que dejemos de jugar a “aquí no pasa nada”.
Hay tres posibilidades cuando reconoces que hay un problema:
a) Resolver el conflicto de la manera equivocada. A través de agresión, crítica, desprecio,
silencio… Aquí no se resuelve, sino que se complica.
b) Nadar de muertito. Jugar el juego de “aquí no pasa nada.. aquí todo está bien.. mientras
yo esté calladito no hay bronca, mientras no te contradiga, no hay bronca..”. Aquí tampoco
se resuelve nada.
c) Iluminar el dolor. El conflicto muestra dolor. Cuando me peleo contigo es que algo me
dolió y la reacción que yo tengo ante el dolor; mientras más reactivo sea, más dolor tengo.
Si tú pierdes el miedo a enfrentar tu dolor, o el dolor del otro, es probable que puedas
resolver las situaciones.
Mejor hablemos del conflicto, quitémonos la careta, ni tú ni yo somos malos, ni tú ni yo somos
víctimas, sólo somos dos seres humanos que en este momento pensamos diferente, sentimos
diferente o nos duele diferente. Somos COMPLICES...
Yo prefiero trabajar la relación de pareja como los programas de alcohólicos anónimos: un día a la
vez. Es más fácil aventarme este día y decir “por este día no me voy a molestar; nada más por
este día no voy a criticar, solo por hoy intentare ser mas flexible, intentare no tomarme las cosas tan a pecho y tan personales... SOLO POR HOY VOY A TRATAR DE SER FELIZ
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